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Tu nombre. Del mismo modo, seguramente, nuestros actos imprudentes nos persiguen para atormentarnos. Desgraciadamente, no se pueden olvidar. Le costaba creer en su buena suerte. Rodan estaba de pie con las piernas abiertas y por debajo de la chaqueta de cuero entreabierta se adivinaba su pecho velludo. Desde que te conozco, nunca has solicitado mi ayuda para resolver tus problemas.
No, no, nada de eso. No busco oro. Por eso visita a Maton, no para pedirle que le preste oro, sino para pedirle consejo. Hay muchos hombres que vienen a pedirme oro para pagar sus caprichos pero no quieren que los aconseje. Este asunto que quieres discutir es muy interesante. Pero, en otras ocasiones, las buenas intenciones pueden causar problemas. Decorado con una manta de colores, no tienes otra cosa que hacer que llevar a nuestro amo adonde desee ir.
El asno, a pesar de sus peligrosos cascos, era de naturaleza buena y simpatizaba con el buey. No pensaba que fueras a descubrirla. Pero hay una y muy simple: si quieres ayudar a tu amigo, hazlo de forma que luego no recaigan sobre ti sus responsabilidades. Es una moraleja muy sabia. No deseo cargar con las responsabilidades de mi hermana y de su marido. Con otras, prometen entregarme una parte de sus propiedades como pago si no lo devuelven.
Cuentan con unos ingresos, son honestos y no tienen mala suerte. Los otros son los que no poseen propiedades ni tampoco ganan dinero. Una criatura deslumbrante. El cofre te explica, Rodan, que los que piden dinero prestado son muy apasionados, constituyen un gran riesgo para el prestamista de oro. Ahora te voy a contar otra historia diferente. Yo compro las alfombras que sus mujeres tejen. Pero si lo hacen para pagarse sus caprichos, te advierto que seas prudente si quieres recobrar el oro.
Le hubiera gustado hacer de su hijo un mercader. Sugerirle lo contrario la hubiera enfurecido. Solamente tuve derecho a una reprimenda. Es un comerciante muy listo. Por culpa de su inexperiencia, sus tentativas se fueron al traste. Pero no desaconsejo que se preste dinero. Animo a que se haga. Lo recomiendo en el caso de que se haga con una finalidad buena. El joven ha perdido la esperanza y no hace nada. Se ha desanimado. No se esfuerza por devolver el dinero. Y yo no quiero despojar a su padre de sus tierras y de su ganado.
Los mercaderes tienen que aprender su oficio. Pero la ayuda debe ser sensata porque si no, igual que el asno de la granja deseoso de ayudar, cargaremos con un peso que pertenece a otro. Son la justa recompensa de tu trabajo y nadie puede obligarte a compartirlas, a menos que lo desees. No me gusta ni el oro que duerme ni tampoco los grandes riesgos. Eres mi hermana predilecta y deseo que tu marido emprenda un negocio donde pueda prosperar mucho. No me quiero arriesgar a perder mi oro porque he trabajado mucho y me he privado de muchas cosas para ahorrarlo.
Te he contado, Rodan, algunos secretos de mi cofre. Tu primer deseo es la seguridad. Si quieres ayudar a tu familia o a tus amigos, encuentra otros medios que no sean arriesgarte a perder tu tesoro. No te olvides de que el oro escapa inesperadamente a los que no saben guardarlo. Ya sea por extravagancia o dejando que los otros lo pierdan por ti. Tu oro tiene que darte ganancias y aumentar. El dinero que se presta sabiamente puede incluso duplicarse antes de que te hagas viejo.
Invertir el oro contra una promesa de ganancias usureras es ir a perderlo. Se puede aplicar tanto al prestamista como al que pide el dinero prestado. Los lanceros estaban en alerta continua, preparados para impedir la entrada en la ciudad en el caso de que las puertas cedieran. Miraban aterrorizados la hilera de soldados muertos o heridos que eran transportados o que bajaban de la pasarela. Permanece cerca de la muralla para que no te alcance una flecha.
Decidme la verdad para que pueda tranquilizar a mi pobre marido. Pero insiste en protegerme con su armadura y su lanza, porque estoy encinta. Las murallas de Babilonia ilustran bien las necesidades del hombre y su deseo de estar protegido.
Esos ruidos horribles le ayudaron a tener quietos los dedos, tentados siempre de coger alguna fruta de las cestas de las mujeres del mercado. No te puedo pagar por culpa de la mala suerte. Muchacho, ven conmigo mientras como, tengo hambre y te quiero contar una historia. La coloca en las ventanas de su casa para impedir que la lluvia entre. Como era joven e inexperto, ganaba poco, justo lo necesario para cubrir modestamente las necesidades de mi excelente esposa.
Fui pagando como pude, y durante un cierto tiempo todo fue bien. Mataron a nuestros dos jefes y los que quedamos fuimos llevados a Damasco, despojados de nuestras ropas y vendidos como esclavos. Yo fui comprado por dos monedas de plata por un jefe del desierto sirio, con los cabellos rapados y vestido solamente con algunos trozos de tela, no era diferente de los otros esclavos.
Esos hombres del desierto eran salvajes y guerreros, yo estaba sujeto a su voluntad, desprovisto de armas y sin esperanza de escapar. Estaba de pie, espantado por las cuatro mujeres que me examinaban. Pregunta a este esclavo si sabe conducir uno. Y si es necesario, puedo reparar sus arneses. Si ese es tu deseo, Sira, haz de este hombre tu camellero. No puedo unirme a ellos, por eso me mantengo al margen. Tus deudas son tus enemigos, te hicieron huir de Babilonia.
Dejaste que se acumularan y se hicieron demasiado grandes para ti. Cuando llegamos a la casa de su madre, empezaba a hacerse de noche. Coge los camellos y huye. En ese saco tienes vestidos de tu amo para disfrazarte. Toma tu propio camino y que te protejan los dioses del desierto, pues la ruta es larga, sin comida ni agua!
Iba montado en un camello y aviaba al otro. A partir de entonces, el viaje fue como pocos hombres pueden contar haber tenido. El calor del sol era despiadado. Nada indicaba que hubiera algo que pudieran beber o comer un hombre o un camello.
Me tambaleaba sobre mis piernas debilitadas. Yo estaba determinado, por eso me puse en camino para encontrar los medios. Uno de ellos me dio justamente la ayuda que necesitaba, era Maton, el prestamista de oro. De manera que al final pude caminar con la cabeza bien alta y sentir que era un hombre honorable entre los hombres. Las tablillas de barro de Babilonia St. Me han fascinado y he pasado numerosas y agradables horas traduciendo sus inscripciones. Es curioso, pero, como dicen mis estudiantes, estas viejas inscripciones me cogen en fuera de juego.
Este plan incluye tres objetivos que son mi esperanza y mi deseo. Maton habla sabiamente cuando dice: El hombre que guarda en su bolsa el oro que no necesita gastar es bueno para con su familia y leal a su rey. Farra el tejedor, 2 monedas de plata, 6 de cobre. Sinjar el fabricante de colchones, 1 moneda de plata. Ahmar, mi amigo, 4 monedas de plata, 7 de cobre. Akamir, mi amigo, 1 moneda de plata, 3 de cobre. Diebeker, amigo de mi padre, 4 monedas de plata, 1 de cobre.
Maton el prestamista de oro, 9 monedas de plata. Birejik el agricultor, 1 moneda de plata, 7 de cobre. He trabajado duro y con la mente liberada. Mi buena esposa me ha apoyado en el proyecto de pagar a mis acreedores. No he visto a Ahmar, pero he dado las monedas de cobre a su mujer.
Los otros han estado contentos, como anteriormente. Eso me permite andar con la cabeza alta y caminar con orgullo junto a mis amigos. Mi mujer puede cuidar bien de la casa y va bien vestida. Somos felices de vivir juntos. Este plan tiene un inmenso valor. Ya hace doce lunas. Si necesitas plata o oro, ven a verme en cualquier momento. Mi buena mujer me mira con aquel brillo en los ojos que hace que un hombre se sienta confiado.
Lo recomiendo a los que quieran prosperar. Si pagan al contado todo lo que compran y van pagando lo que deben poco a poco, es mejor que si no me pagan nada. Estamos decididos a que nuestros gastos corrientes no superen el setenta por ciento de nuestros ingresos. Ahora puede Vd. Le gustaban los tejidos finos y llevaba ropas caras y favorecedoras. Lo he invitado a venir conmigo esperando poderle ayudar a hacerse una fortuna y a huir del derroche con que su padre ha gastado su herencia.
Hadan Gula puso fin a sus reflexiones. La torre es el templo de Bel. Mi padre y yo no conocemos el secreto para atraer los shekeles de oro. Vio entonces, como en una imagen, la cara sonriente de Arad Gula. Megido estaba encadenado a mi lado. La columna estaba organizada de manera que los hombres pudieran avanzar de cuatro en cuatro. Una casa de juego y la cerveza de cebada me llevaron a la-ruina.
Continuemos la historia. Cuando pasamos ante ellos, los labradores se mofaron de nosotros. Yo no lo soy, me gusta trabajar y hacerlo bien pues el trabajo es el mejor amigo que he conocido. Me ha dado toda las cosas buenas que tengo: mi granja y mis vacas, mis cosechas, todo.
Soy joven y quiero vivir. No quiero ser hostigado o azotado hasta la muerte. Escucha ahora: cuando vengan los compradores, diles que eres un buen trabajador, que te gusta trabajar duro y para un buen amo. Al aproximarnos, quedamos sorprendidos de ver a miles de hombres que trabajaban, algunos cavaban los fosos, otros transformaban la tierra en ladrillos de barro. Algunos hombres lo detestan. Lo hacen su enemigo. Es mejor que lo trates como a un amigo, hacer que te quiera.
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